Javier Reverte, el amigo de Ulises, ha emprendido su último viaje. Nos deja en sus libros su peculiar manera de viajar y de conectar con las gentes que se encontraba en el camino, porque "viajar es conocer a los demás, pero sobre todo, conocerse a si mismo".
Itaca, la isla de Ulises
JAVIER REVERTE
Cada rincón de esta pequeña y abrupta isla jónica, abrazada por un mar
helénico albo y celeste, está impregnado por la leyenda del legendario
héroe homérico
Hablar
de Ítaca supone una advertencia previa que no debe en absoluto
considerarse baladí: no es conveniente que nadie vaya allí si no ha
leído La Odisea. Y no porque los itacenses obliguen a los viajeros a
llevarla aprendida y a recitarla nada más poner los pies en sus muelles.
De hecho, es más que probable que la mayor parte de la población de la
isla no conozca ni una sola línea del libro que ha hecho famosa en todo
el mundo, y a lo largo y ancho de la Historia, a su pequeña patria.
Lo
que sucede es que quien no haya leído las aventuras de Ulises, rey de
Ítaca, no entenderá en absoluto en qué demonios puede emplear su tiempo
en esa especie de duro pedrusco tirado sobre el mar, sin playas apenas,
sin gastronomía especial, vino demasiado recio y que provoca ácidos,
comida regular, ni museos ni restos arquitectónicos de antaño, ni
sombras arqueológicas, ni bullicio de gentes en verano; y sí escasez de
pesca, bosques escuálidos, algunos viñedos, unos pocos rebaños de cabras
y ratones de monte....
(seguir leyendo: Suplemento de viajes de El Mundo, Mayo de 2003, nº20
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