miércoles, 28 de enero de 2015

Yo conozco mi herencia, ¿y tú?

No sé si este año Josefina os habrá hablado del evento Yo conozco mi herencia, ¿y tú?, pero este evento, supuso un gran hito para la reivindicación de la importancia de la cultura clásica, pues la último vez que se celebró, en el 2012, se ideó para reclamar un lugar para la Cultura Clásica en la LOMCE, objetivo que se consiguió.

En esta tercera edición del evento, se reclama otra vez la importancia de la cultura grecolatina y las humanidades en nuestro sistema educativo tanto en el ámbito universitario como en el no universitario. A pesar de que la fecha en la que se celebra es muy próxima, pues es el 5 de Febrero, propongo a Josefina que haga una lectura de los clásicos grecolatinos aunque sea en clase, a pesar de que no conozco el planteamiento de sus clases y si tendrá tiempo, pero sería una actividad muy interesante y divertida de realizar. 

Aquí encontrareis todo tipo de información sobre este evento: https://sites.google.com/site/amuprolag/actividades/yo-conozco-mi-herencia-y-tu

Y por mi parte nada más, mucha suerte a todos los alumnos con los trabajos y exámenes y un saludo muy fuerte a Josefina.




domingo, 25 de enero de 2015

El diccionario de Griego


Magnífico artículo de Juan Cruz publicado hoy en el PAÍS a propósito de las elecciones en Grecia.


"Llegamos a saber más palabras en Griego que en español, y a veces nos atrevíamos a hablar entre nosotros en el Griego que nos enseñaba don Eudoxio, palabra a palabra, ración a ración. Para don Eudoxio (como para don Emilio Lledó, que luego fue nuestro profesor de Filosofía) Grecia era mucho más que una lengua, era una civilización, un modo de ser, el lugar en el que Occidente había visto la luz, el arte, las ideas, y saber su lengua vieja era como nacer cada día a un alumbramiento civil.


Grecia fue el sitio de la política y del saber; a un fascista bonachón español, José María Pemán, le parecía que allí, en Grecia, había sido posible la democracia porque la gente se encerraba en un estadio y podía decir sí o no levantando la mano. “Pero en España ya eso no es posible: hay mucha gente”, añadía el autor de El divino impaciente.


En aquella época de don Eudoxio y de don Emilio entre nosotros no había democracia, ni era posible vislumbrar cuándo la habría; de hecho, aquellos años, del 68 al 73 del pasado siglo, vivíamos pendientes de la lucecita de El Pardo, como Arias Navarro, más que de las luces de Grecia, o, para ir más cerca, de las luces de Brindisi, que son las que primero veían los emigrantes albanos (o griegos) que hace una década se arriesgaban a cruzar el Mediterráneo para ver de cerca la prosperidad de Europa.


En aquellos años en que viajábamos como estudiantes con el diccionario de Griego en el bolsillo ya sabíamos (por don Eudoxio, por don Emilio) que la cuna de la paz y de la poesía no era España sino Grecia, porque allí se acuñó el saber como la solución que los hombres hallaron para saltarse la incertidumbre, para vivir en la duda civil, alentando la discusión, el teatro, los versos y el viaje.


Un día, con ese diccionario en mi mochila, entré en el coche de un alemán que me llevaba en autostop, casi al tiempo que en Europa (es decir, lejos de España) los jóvenes rebuscaban mar debajo de los adoquines. El alemán era un médico que no sabía mi idioma, pero se conocía de memoria aquel libro misterioso que yo llevaba, como un jeroglífico, cada vez que tenía que ir a la clase de don Eudoxio.


Con ese diccionario me entendí con el alemán; desde entonces, cada vez que el doctor me recogía en la parada de aquellas madrugadas escolares yo abría el diccionario de los jeroglíficos y me ponía a hablar como estuviera resucitando a Platón o a Homero, y cuando llegaba al Instituto tenía el Griego fresco como las palabras de agua que decía mi madre por la mañana.


Luego quitaron el Griego de las aulas, convirtieron el Bachillerato en una bachata miserable y les quitaron a los chicos esa pasión por adentrarse en la pura poesía que encerraba aquel libro misterioso. Ahora resucita Grecia pero ya no sabemos Griego, así que tardaremos mucho tiempo en saber qué pasa allí, qué pasó para que pase lo que ahora sucede; pase lo que pase, y aunque no pase lo que dicen que pasa, lo cierto es que Grecia es una palabra que ahora tendrán que traducir en Europa con más cuidado que hasta ahora.


Ahora debemos viajar otra vez con el diccionario de Griego; durante demasiado tiempo creíamos que no hacía falta para entendernos."