En
la actualidad existe en casi todos los países un rico y necesario debate sobre sus sistemas educativos y las pedagogías utilizadas para intentar dar
respuesta a las nuevas necesidades de un mundo globalizado que cambia
a una velocidad vertiginosa. Pero este debate ha existido siempre en
la historia. Por eso, me gustaría hacer un breve pero interesante
recorrido por la educación romana.
La
educación en Roma se veía como una cuestión perteneciente al
ámbito privado y que, como tal, debía ser afrontada desde dentro de
cada familia. Por esta razón, el Estado no se preocupó por
organizar o reglamentar la educación. Esto se debía a tres motivos principales: el primero era que la mayoría del profesorado provenía
de los estratos sociales más bajos o eran esclavos, debido al
desprestigio que sufría la profesión, el segundo es que los
profesores no estaban bien formados, dado que no había ningún
requisito para ponerse al frente de una clase, y el tercero era que
la enseñanza era vista como un negocio privado y los alumnos como
clientes.
Ante
este panorama, surgieron algunas voces críticas como la de Cicerón o
la de Quintiliano de Calahorra, en quien nos centraremos debido a que planteó una novedosa estrategia educativa. Pero antes de hablar de
este gran retórico y pedagogo hispano, cabe destacar que él fue un estudioso de los métodos
didácticos y autor de Institutionis oratoriae, en la que
recoge sus experiencias después de veinte años en la docencia y da
las pautas de lo que para él debía ser un buen profesor al tiempo
que denuncia las prácticas que debían ser erradicadas.
Quintiliano
planteó toda una revolución educativa, que incluso hoy se inscribe
en las nuevas pedagogías activas. Esto se debe a que él abogaba por
la necesidad de que los profesores no fueran severos y aplicaran una
dura disciplina sino que trataran a los alumnos como a sus propios
hijos otorgándoles una educación individualizada. A su vez,
criticaba la excesiva monotonía de las lecciones, pues provocaba el
aburrimiento y la apatía de los alumnos dado que los contenidos eran
conceptuales y repetitivos. Ante esta realidad, que sigue ocurriendo
incluso en la actualidad aunque con matices, Quintiliano formuló
diferentes propuestas: el descanso para acabar con la monotonía, ya que permitía recuperar energías, la variación de actividades,
para llamar la atención del alumno y desarrollar sus habilidades y
su creatividad, y añadir nuevas materias, destacando las artísticas.
Pero la propuesta más importante de Quintiliano, y que ha sido
imitada por todas las nuevas pedagogías, era el empleo de juegos
como recurso didáctico y la obligación por parte del profesorado de
conocer las aptitudes y la personalidad de sus alumnos para así
adaptar su método de aprendizaje a sus características y
capacidades, haciendo desaparecer el sentimiento de fracaso y
valorando el esfuerzo.
Por
lo tanto, y a modo de conclusión, Quintiliano fue uno de los
primeros pedagogos que planteó toda una revolución educativa en su
momento orientada a cambiar la educación para así poder cambiar la
sociedad y progresar. Por este motivo, incluso en la actualidad, Quintiliano es todo un referente en el ámbito de la educación y sus propuestas
son imitadas por las nuevas metodologías.